El papel del Gas Natural Licuado (GNL) en la descarbonización del transporte por carretera

La descarbonización de la economía como objetivo a largo plazo

2050 está llamado a convertirse en un año clave para el sector del transporte en Europa. Es la fecha que la Unión Europea ha marcado como límite para su objetivo de descarbonización de la economía, un proceso en el que, de forma paulatina, se reducirá el consumo de energía y se avanzará hacia un modelo económico más respetuoso con el medio ambiente.

De forma más específica, la hoja de ruta de la Unión Europea indica que en el año 2050 las emisiones de gases de efecto invernadero del continente deberán haber disminuido en un 80% respecto a los niveles de 1990.

Cambio de modelo energético en el sector del transporte

El transporte de mercancías es, en la actualidad, uno de los principales vectores de consumo de combustibles fósiles. Por ello, los procesos que se desarrollen en el sector y las medidas que se tomen durante los próximos años tendrán un impacto directo, y muy importante, en el proceso de descarbonización y el cumplimiento del objetivo 2050.

Si bien existen diversas medidas e innovaciones encaminadas a potenciar la sostenibilidad del transporte, el reto fundamental es reducir la dependencia de los combustibles derivados del petróleo. Esto se traduce en adoptar progresivamente otras fuentes de energía, entre las que hoy en día destacan, como alternativas claras, la electricidad y el gas natural.

Numerosos expertos defienden que el gas será el principal aliado del sector del transporte, y especialmente del transporte de mercancías por carretera, en el proceso de descarbonización. Por la falta de desarrollo tecnológico, la electricidad no parece la alternativa más viable, a corto plazo, para los combustibles fósiles. El gas natural, un combustible fiable y de eficiencia contrastada, puede convertirse en la energía de transición perfecta mientras se avanza hacia la economía eléctrica del futuro.

Un buen ejemplo del potencial del gas como combustible lo ofrece el sector marítimo, donde esta energía se utiliza ya ampliamente: crecen las compras de navíos propulsados por gas natural, y en muchos puertos de todo el mundo se habilitan instalaciones para abastecerlos.

El gas natural en el transporte por carretera

No obstante, dentro del sector del transporte de mercancías hemos mencionado de forma concreta el transporte por carretera, y la pregunta es inevitable: ¿por qué el Gas Natural Licuado (GNL) significa un cambio importante también para este tipo de transporte?

El transporte por carretera supone una de las principales fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero de este sector. El número de transportes que se realizan por este medio es muy elevado, y la razón es la versatilidad: por carretera es posible alcanzar prácticamente cualquier lugar. Además, cualquier transporte, incluso los que comienzan por vía marítima o aérea, concluye por carretera, para entregar el producto al cliente.

El GNL se está abriendo camino también en este tipo de transporte por las ventajas que ofrece en cuanto autonomía, disponibilidad y facilidad de uso. Mientras que las baterías eléctricas aún no pueden competir contra los motores tradicionales, las unidades alimentadas por gas natural ofrecen ya un rendimiento muy similar a las que utilizan el diésel como combustible.

Y al tiempo que crece la oferta y el uso de vehículos de GNL, se desarrollan también las instalaciones y servicios destinados a darles apoyo. La muestra más evidente la ofrecen las llamadas gasineras, estaciones de abastecimiento de las que encontramos ya un total 3.408 en Europa (datos de NGVA Europe en 2016) y que solo en la península ibérica han crecido en un 50% en 2017 (según registros de Gas Natural).

En definitiva, el gas no es solo una alternativa de futuro para el transporte por carretera y mar, sino, en muchos aspectos, una alternativa actual, realista y en auge.

Todo parece indicar, por lo tanto, que esta energía jugará un papel muy importante en la descarbonización del sector del transporte. Un proceso cuyo éxito es, como señalábamos al principio del artículo, crucial para la descarbonización general de la economía que la Unión Europea espera alcanzar en 2050.

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